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Cacatuas

Que especies manejamos:

 

- Salmon-crested cockatoo o cacarua de las Molucas (CacatĂșa moluccensis).

- CacatĂșa Blanca (CacatĂșa Alba).

- La cacatĂșa de moño amarillo o cacatĂșa galerita (CacatĂșa galerita).

 

La CacatĂșa como pĂĄjaro de compañía

 

El nĂșmero mayor de cacatĂșas que se mantienen en cautividad viene representando, de mucho, por las que se tienen como pĂĄjaros de compañía. La mayorĂ­a de las especies son apropiadas para tal fin y, con tal que se les presten los cuidados necesarios y la atenciĂłn debida, pronto se domestican, muestran confianza y son altamente divertidas. Las cacatĂșas son muy inteligentes si se comparan con otros pĂĄjaros y a algunas especies se les puede enseñar a realizar sencillos ejercicios y repetir algunas palabras. En comparaciĂłn con un perro o un gato, una cacatĂșa es mĂĄs barata y mĂĄs fĂĄcil de mantener en un espacio reducido y, por consiguiente, resulta mĂĄs adecuada para un apartamento de pequeñas dimensiones (sin embargo, no conviene olvidar que es preciso tomar en consideraciĂłn el factor ruido). Si una cacatĂșa ha de permanecer sola durante prolongado periodos de tiempo todos los dĂ­as, entonces no debe adquirirse. Debe tenerse en cuenta que son de carĂĄcter gregario por propia naturaleza y que como consecuencia de su elevado nivel de inteligencia es probable que se aburran o que languidezcan bajo tales condiciones, lo cual con frecuencia se traduce en hĂĄbitos desagradables como por ejemplo arrancarse las plumas. Una cacatĂșa debe ser considerada como un compañero que requiere un grado elevado de atenciĂłn.

 

ElecciĂłn de una cacatĂșa de compañía

 

Al proceder a la elecciĂłn de una cacatĂșa de compañía, mĂĄs importante que la especie, es encontrar un ejemplar que sea muy joven, preferiblemente uno que haya acabado de abandonar el nido. Una elecciĂłn todavĂ­a mejor es la de aquella que haya sido criada a mano, pues esta clase de pĂĄjaros no sienten temor de las personas y son los mĂĄs apropiados para la domesticaciĂłn y el adiestramiento. Sin embargo, ello no obsta para que algunos ejemplares de mayor edad se adapten bien y se domestiquen si se les trata de un modo afable y con cariño. Aun cuando relativamente caros, los ejemplares criados a mano suponen, sin duda alguna, la mejor apuesta para quienes buscan una cacatĂșa que idealmente deberĂĄ convertirse en un pĂĄjaro apreciado, divertido, domesticado y hablador. Teniendo en cuenta el hecho de que las cacatĂșas viven largo tiempo, resulta mucho mĂĄs satisfactorio esperar a que estĂ© disponible una de edad conocida en lugar de decidirse por la primera que se vea y ello por muy fuerte que sea la tentaciĂłn en aquel momento.

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Moluccan cockatoo

AdaptaciĂłn y domesticaciĂłn

 

DespuĂ©s de adquirir una joven cacatĂșa, Ă©sta deberĂĄ instalarse en su jaula y dejar que tranquilamente se adapte a su nuevo entorno. Siempre que sea posible, la comida ofrecida deberĂĄ ser similar a la que se le proporcionaba en su anterior hogar. Es importante, en estas primeras etapas, molestar al pĂĄjaro lo menos posible. No lo asustemos con movimientos repentinos, no permitamos que los niños se le acerquen y le griten, mantengamos a otros animales domĂ©sticos alejados de Ă©l y no invitemos a todos nuestros amigos y vecinos para que vengan a admirarlo hasta que estĂ© completamente habituado a su nuevo emplazamiento. Cuidemos de que coma adecuadamente, ya que algunas veces pueden surgir dificultades tratĂĄndose de ejemplares que han sido criados a mano y no han sido emancipados de forma completa. En tales casos puede resultar necesario seguir con la crĂ­a a mano durante algĂșn tiempo.

No existen tĂ©cnicas de carĂĄcter rĂ­gido para la domesticaciĂłn de una cacatĂșa salvo que el proceso debe ser llevado a cabo con paciencia, amor y afabilidad. Las tĂĄcticas bruscas sĂłlo conseguirĂĄn que un pĂĄjaro se muestre mĂĄs nervioso. En primer lugar debe fomentarse la aceptaciĂłn de pequeños bocados bajo forma de fruta o frutos secos introduciĂ©ndolos a travĂ©s de los barrotes de la jaula. Es posible que el joven pĂĄjaro los rechace al principio pero con paciencia pronto comenzarĂĄ a cogerlos. El paso siguiente consiste en ofrecer los bocados en el interior de la jaula. Aun cuando es un hecho cierto el que las cacatĂșas pueden propinar desagradables mordiscos con sus poderosos picos tambiĂ©n lo es que raramente lo hacen a menos que se les reprima fĂ­sicamente. A la mayorĂ­a de cacatĂșas les disgusta que las cojan y debemos adiestrar la nuestra para que se pose en nuestro brazo o en nuestro hombro por propia voluntad.

DespuĂ©s de que ya tome satisfactoriamente los bocados de nuestra mano, podemos intentar acariciarla. Unos movimientos lentos y prudentes contribuirĂĄn a vencer su nerviosismo y en ningĂșn caso deberĂĄ retirarse la mano con un movimiento rĂĄpido. Podemos rascarle suavemente el pecho con el dedo, presionando delicadamente entre las plumas como si se las alisĂĄramos (del mismo modo que de forma natural lo hacen las cacatĂșas entre sĂ­). Si el pĂĄjaro se mantiene como angustiado o nervioso no deberemos proseguir, sino esperar hasta el dĂ­a siguiente para repetir el proceso. Transcurridos unos pocos dĂ­as el pĂĄjaro comenzarĂĄ a darse cuenta de que no intentamos causarle ningĂșn daño y nos permitirĂĄ rascarle en la mayor parte de su cuerpo, levantando incluso sus alas o su penacho para que podamos hacerlo en los laterales de su cuerpo o en la parte superior de la cabeza. 

La mayorĂ­a de jaulas para cacatĂșas son demasiado pequeñas para que en ellas permanezcan con carĂĄcter permanente y por tal motivo es preciso que se les permita salir para ejercitar sus mĂșsculos, preferiblemente todos los dĂ­as. Constituye una buena idea disponer de una percha “T” ademĂĄs de la jaula y si el travesaño horizontal de la misma es separable de la barra vertical podemos incitar al pĂĄjaro para que se pose en Ă©l para sacarlo de la jaula. Si ello no es posible, podemos valernos entonces de un par de gruesos guantes de cuero e instigarle para que se pose en nuestra mano. Destaquemos por otra parte que los guantes son necesarios para protegernos contra los picotazos si por algĂșn motivo tuviĂ©ramos que sujetarlo.

La mano enguantada deberĂĄ extenderse lentamente hacia la percha hasta entrar en contacto con los pies del pĂĄjaro, los cuales acariciaremos suavemente, siendo posible el que debamos repetir esta operaciĂłn varias veces hasta que se acostumbre a ello. DespuĂ©s se le estimularĂĄ gradualmente para que aferre nuestros dedos enguantados presionando con ellos la parte inferior del pecho. Al principio puede ocurrir que aferre valiĂ©ndose Ășnicamente de un pie y que lo retire acto seguido al darse cuenta de lo que estĂĄ sucediendo. Finalmente acabarĂĄ posĂĄndose en nuestra mano y cuando esto ocurra podremos sacarlo lentamente del interior de la jaula.

Es mejor que las remeras de una de las alas hayan sido recortadas desde un principio al objeto de que no vuele en todas direcciones preso del pĂĄnico y acabe herido causando al mismo tiempo desperfectos en el mobiliario. Dicho recorte, sin embargo, debe ser llevado a cabo por un avicultor experimentado, nuestro proveedor habitual o un veterinario.

Una vez fuera de la jaula, el pĂĄjaro puede ser incitado a posarse en nuestro hombro. Durante las sesiones de adiestramiento, el hablar animal con voz suave conducirĂĄ a darle seguridad y, por consiguiente, a no ser presa del pĂĄnico. Podemos colocarlo sobre una percha “T” o el respaldo de una silla. A este respecto cabe señalar que muchos tienen un lugar favorito en el que se posan cuando se les deja en libertad dentro de una habitaciĂłn y que se dirigirĂĄn directamente a Ă©l tan pronto como se les permita salir de la jaula. 

Las cacatĂșas a menudo parecen gozar permaneciendo en una posiciĂłn dada y posadas durante horas sobre el respaldo de una silla o en un punto similar mostrando gran interĂ©s en lo que hace la familia. Para proteger nuestra alfombra de las deposiciones podemos extender una hoja de papel de periĂłdico debajo de su percha. En un momento dado nuestra cacatĂșa perderĂĄ todo el temor que hayamos podido infundirle y se posarĂĄ en nuestro brazo o en el hombro segĂșn sea lo que prefiramos. Incluso puede ocurrir que acuda a nuestra llamada, en especial si va acompañada del ofrecimiento de un bocado de algo que le guste.

Cuando dejemos en libertad a un pĂĄjaro dentro de una habitaciĂłn deberemos estar seguros de que podremos mantenerlo bajo vigilancia durante todo el tiempo. No sĂłlo puede resultar muy destructivo para nuestro mobiliario, sino que es posible que ponga en peligro su propia vida mordisqueando cables elĂ©ctricos conectados (el de la TV, por ejemplo) o comiĂ©ndose algunas de las plantas de interior potencialmente tĂłxicas o tambiĂ©n algĂșn otro producto. AsegurĂ©monos de que todas las puertas y ventanas se encuentran cerradas para evitar cualquier huida y mantengamos todos los demĂĄs animales domĂ©sticos, tales como perros y gatos, fuera de la habitaciĂłn. Las ventanas es mejor cubrirlas con cortinas reticulares para evitar que el pĂĄjaro intente volar a travĂ©s del cristal y se lesione como consecuencia de ello.

 

Enseñar a hablar

 

La mayorĂ­a de cacatĂșas son capaces de aprender a repetir palabras. No obstante, algunas parecen mejor dotadas que otras y es en gran medida una cuestiĂłn de suerte, combinada con la paciencia del poseedor, determinar cuĂĄntas palabras y expresiones constituirĂĄn eventualmente su vocabulario. Se dice que los machos son unos imitadores mucho mejores que las hembras, pero Ă©ste no es siempre el caso y algunas de Ă©stas consiguen desarrollar amplios vocabularios. Sea como fuere, si adquirimos un ejemplar joven, resulta con frecuencia muy difĂ­cil distinguir el sexo y se ha dado el caso de que muchas cacatĂșas habladoras “macho” han sorprendido a su dueño ÂĄponiendo de improviso un huevo!

Tener Ă©xito en enseñar a una cacatĂșa a hablar es, en gran medida, una cuestiĂłn de repeticiĂłn. A este fin es mejor comenzar con una sola palabra o expresiĂłn y esperar hasta que el pĂĄjaro estĂ© familiarizado con ella antes de pasar a la siguiente. Si asĂ­ no procedemos es probable que se muestre confuso y que todo cuanto diga resulte embrollado. Una palabra ideal para comenzar es su nombre y para eso lo mejor es elegir una palabra que sea breve y clara, como por ejemplo “Billy” o “Charlie” o “Chico”. Muchas personas llaman “Cocky” a su cacatĂșa, pero por favor tratemos de ser un poco mĂĄs originales. Podemos empezar a enseñarle a hablar incluso a partir del instante en que se familiariza con nuestro dedo. Repitamos pues su nombre de forma lenta y comprensible cada vez que nos acerquemos a Ă©l; transcurrida una semana aproximadamente habrĂĄ aprendido a repetirlo. Algunos pĂĄjaros aprenden con mayor rapidez que otros y, por consiguiente, no debemos sentirnos desanimados si no obtenemos unos resultados inmediatos. Tan pronto como haya aprendido su nombre podemos comenzar enseñåndole otras expresiones. La asociaciĂłn de palabras constituye un mĂ©todo Ăștil para conseguir que nuestra cacatĂșa diga lo apropiado. Por ejemplo, cuando corramos las cortinas despuĂ©s de haber oscurecido digamos “buenas noches” y cuando las descorramos por la mañana repitamos la expresiĂłn “buenos dĂ­as”. Con este proceder el pĂĄjaro pronto aprenderĂĄ a decirlo tambiĂ©n. Obrando de este modo se puede formar gradualmente un vocabulario, siempre y cuando las expresiones aprendidas se repitan de forma continuada. Algunas firmas especializadas han lanzado al mercado cintas magnetofĂłnicas cuyo propĂłsito es enseñar a hablar a los loros y las cacatĂșas, pero resultan generalmente de escasa utilidad a menos que el dueño del pĂĄjaro estĂ© presente para reforzar las lecciones impartidas.

 

Enseñanza de ejercicios diversos

 

Con paciencia resulta posible adiestrar a una cacatĂșa para que realice ejercicios sencillos. La mayorĂ­a de personas han visto cacatĂșas â€œcircenses” que montan sobre pequeñas bicicletas, utilizan pequeños patines de ruedas y caminan sobre la cuerda floja. Un buen ejercicio que puede enseñarse a una cacatĂșa es el de recoger objetos, como por ejemplo monedas, y colocarlos dentro de un recipiente. Algunos ejemplares se les puede enseñar a silbar alguna melodĂ­a y al mismo tiempo “seguir el ritmo” con uno de sus pies. Los ejercicios deben enseñarse con afabilidad, paciencia y recompensando con bocados diversos, nunca a travĂ©s de la imposiciĂłn y el castigo. Un pĂĄjaro al que se intenta forzar a que lleve a cabo algo o al que se aplica un castigo, simplemente se asustarĂĄ y se pondrĂĄ nervioso y el resultado serĂĄ que no aprenderĂĄ nada.

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